La fuerza de dos hombres que se desean
Dos bestias
Jamás pudo existir tanta belleza
Cientos de miles de agujas de oro
Este amor no pudo ser
Que no se entienden
yo quería no saber lo que iba a pasar, olvidarme de mis expectativas y descubrir lo que sucediera. Ser tu amigo ya hubiera sido un tesoro inmenso.
Cientos de miles de agujas
De oro
Jamás pudo existir
Este amor
Despertarme en la madrugada y ver, entre el sueño y la penumbra, un animal que duerme boca abajo y la desnudez de su espalda que sobresale de las sábanas como un escudo. Agarrar su pija aún caliente y firme, arrimarme a su cuerpo y que por reflejo me abrace y apoye y ponga uno de sus brazos para inmovilizarme. Darle la mano y sentir sus dedos cerrarse sobre los míos como si fueran pétalos que responden. Volver al transcurso del sueño y la penumbra con una lanza entre las nalgas que no llega a herirme —¿Que no me hiere?— y me sostiene. Dormirme.
Los movimientos de mi cuerpo son la sombra de un ideal. No pude seguir la coreografía de mi propio lenguaje. No puedo seguir la coreografía. Estoy cansado. La soledad y la quietud me duelen. Orgasmos, tristeza. Dónde queda mi pretensión de narrador si todo esto fue/es contar un único estado de cosas. No hay hechos, tramas o segundos personajes. No hay contrarios, enfrentamientos, síntesis y diálogos. Los movimientos fueron —¿Son?— el mismo movimiento. Quiero callarme.
yo quería un amor inmenso. Olvidarme de él con vos, desintegrarnos en caricias y tiempo compartido. Caminar por la playa, lagartear juntos, dormirme en tu pecho o entre abrazos. Entrenar al sol, comerte a besos. Olvidarme de él.
Creo que todo este blog no es más que una despedida. Si ahora balbuceo, si ahora esto tiene menos sentido que el no sentido y si ahora esto ya no llega a ser bello es porque estoy cansado. Escribo desde un pozo —¿Desde el dolor?— y concatenar se me hace imposible.