F

primero

Despedirse de un lenguaje es como mutilar una parte de nuestro espíritu

Pero también es descubrir que somos otros cuerpos.

Es plantar semillas que nunca antes vimos

Deseando que se conviertan en frutos y no en migajas.

Ahí están

Los baldíos que en los sueños nos dan miedo.

Este presente no tiene nombre. 

Hoy toca llorar el transcurso que es partida y bienvenida

Sentir lo que nunca nos atrevimos.

Ayer soñé con un hombre

Detenido en una emocionalidad que no variaba

Como si hubiera alcanzado su final.

Había mutilado todas las partes de su espíritu

Para convertirse en un demonio con forma de flor


segundo


Herido por el mundo

Los brazos me pesan

Una angustia

Los recorre

No tengo ganas de comer

Ni de bañarme

La garganta no quiere estar

La facilidad para comunicar

Quedó perdida

Todas estas palabras las saco a ganchos

En la paradoja de querer decir algo

Con la voz cansada


E

Lo que relato a continuación sucede en Bella Italia, el barrio de mi infancia, a unos pasos de la casa en que viví hasta los veintidós, sobre la primera esquina que uno se encuentra si uno sale de ella y camina a la derecha.

Es de noche y hace calor. El cielo está oscuro y despejado, sin rastros de una nube. El barrio se ilumina por la luz de una luna llena y gigante. Estamos Cristina, una vecina del barrio, su hijo Facundo, Milagros, una amiga de toda la adolescencia y yo.  El protagonista de toda la escena es Facundo, un niño de seis o siete años. El mismo se encuentra en el medio de la calle. Sobre una de las veredas está su madre sosteniendo una de las puntas de un tejido de alambre larguísimo, y del otro lado, sobre la vereda contraria, estoy yo, sosteniendo la otra punta del tejido.


Mi trabajo consiste en correr sosteniendo el tejido, de una extremo a otro, sobre la calle y las veredas, mientras Cristina queda anclada en la otra punta, de tal forma que dibujamos casi un semicírculo con el recorrido del tejido. En medio de todo esto, Facundo, a quien el tejido por algún motivo no logra atravesar, ensaya movimientos de boxeo. Milagros, por fuera, observa todo con atención y dirige a Facundo en su entrenamiento.


De eso se trata todo: de que Facundo, enfrentando el tejido, practique movimientos de boxeo. Facundo está entrenando, Cristina y yo lo ayudamos, Milagros lo guía.


Facundo termina su entrenamiento y le pregunto a Cristina si guardamos el tejido o lo dejamos tirado sobre la calle. Hago esta pregunta porque me da pereza doblar el tejido sobre sí mismo una y otra vez y espero, de alguna manera, que me responda que lo dejemos tirado. Pero Cristina me responde: «Estoy orgulloso de mi hijo. Es bueno en lo que hace. Siempre está entrenando. Los movimientos de boxeo se le dan bien, tiene gracia para eso. De eso se trata esto, Sebastián. El tejido no es amable, no es fácil de moldear. Esquivarlo requiere técnica, constancia y cansancio. Esfuerzo. Doblemos el tejido y guardémoslo. Da pereza pero es lo que hay que hacer. Mañana Facundo entrena otra vez. Exponerse a lo incómodo es lo que le permite desarrollar la técnica. Manipular la realidad dada con trabajo. Esforzarse y sostener el esfuerzo a pesar de la frustración. Eso da frutos».


Le quiero decir a Cristina que no hace falta doblar el tejido, que podemos encontrar con palabras elegantes el argumento exacto para justificar la falta de esfuerzo. Volver el desorden y la apatía en una tesis. Decir que se trata de una obra de arte conceptual, que el tejido en símbolo de otra cosa. Pero las palabras de Cristina ya resonaron con fuerza en mi interior y no tengo nada que decir. Miro a Facundo, pienso en su entrenamiento y en la belleza de sus movimientos con el placer de quien contempla algo hermoso. Doblamos el tejido, lo guardamos.

D

primero

El silencio no me ha enseñado nada

Las palabras no han hecho más que confundirme

El lenguaje ha sido una estafa

El silencio un mal chiste 

Atardece y estoy llorando

No sé por qué estoy llorando 

La única seguridad que tengo

Es que no hay consuelo posible

y la belleza de este atardecer


segundo


El cuerpo se vuelve un nudo

El sur y el norte se parecen

Las extremidades se cruzan

Los pensamientos no limpian la confusión

Más bien la ensucian

El movimiento permanece

Eventualmente desata

Las sensaciones susurran algo

Se dibujan ejes en la intuición

A los músculos les cuesta no decir basta

o entender a dónde ir

Los pies quieren estar en el suelo con propiedad

La fuerza pretende convertirse en escudo

La coordinación quiere ser arma

y la elegancia de las líneas

Es el terreno al que se apunta


tercero


Hay algo que se muere

Que se está muriendo

El pasado se agita cada día

Se resignifica y toma formas

Deviene y en retrospectiva

Es otros pasados y otras sensaciones

Hay cosas que están muriendo 

y hay cosas que nacen

Estar presente es dar retrospectiva

Querer comprender es perder el presente

Mejor olvidarse de las palabras

y no entender las superposiciones

Con sentir alcanza

Las muertes y los nacimientos nos atraviesan

Pero también nos exceden

Mejor abandonar el deseo de saber o gobernar

y desconfiar de los objetivos

Los planes no habilitan el movimiento:

Lo aniquilan

ya no quiero tener sentido

Ni dotar de sentido a los hechos


cuarto


El discurso es un mal chiste

Una trampa de espejos

La palabra y el deseo te condenan por igual

Pero otro paradigma se te hace inimaginable

Creíste ser libre por decir

y hoy desearías poder estar en silencio


quinto


La libertad es un mal chiste 

y las espirales ya no dan gracia

Hoy soy incapaz de decidir

y la inmensidad del mundo me sofoca

No quiero gritar ni llorar

Morir de una vez me basta


sexto


los pulmones se convirtieron en branquias

el silencio nos está ahogando

malhumorados y sensibles

sin confianza no hay acceso

a las islas nadie puede conocerlas

la fuerza a veces es una herida

no dan ganas de responder al dolor con amor

qué difícil es mirarse a los ojos

que la fuerza custodie lo compartido

si estoy/estás empecinado en defender

son más las dudas que las certezas

y el pensamiento no basta y el silencio es un chiste

si lo compartido fue maravilloso

que perdure y se transforme

desnudemos los escudos

y que el miedo y las heridas

de una vez por todas

le den la cara al mundo

C

Cierro los ojos. Mi cuerpo está flotando en medio del espacio. Protegido, como todo cuerpo humano —Así lo intuía, así lo sabía— por una coraza que nos insensibiliza y permite ser funcionales. Una coraza que nos protege de estar en contacto directo con el Todo, el Uno, el Mundo. 


El universo pone sus manos en mi pecho, me quita la coraza y  —Adiós ego— quedo desnudo frente a su inmensidad.


El resto fue un delirio —O demasiada claridad—. Angustia, euforia. Descubrí esferas, círculos y ciclos. Estrellas, planetas, satélites. Galaxias, agujeros negros. Pensé que enloquecía, que me estaba muriendo. Sentí que me moría diez veces y que volvía a nacer. Me sentí en contacto directo, pleno y desnudo con la Totalidad. Sentí que me atravesaba el Om, Dios mismo. Una flecha, una aguja de oro. 


Agarro una libreta y un lápiz y empiezo a escribir. Escribo por horas. Seis u ocho. Mi letra pasa de legible a ilegible. Observo el Todo en movimiento, el Mundo conectado, el Uno en el Todo y el Todo en el Uno. Comprendo los movimientos del universo y su inmensa totalidad, que el bien y el mal son dos caras iguales, la ilusión de la separación.


Me vuelvo sobre mí mismo y me abrazo. Observo mi interior y veo lo mismo que afuera: planetas, satélites, estrellas. Me doy cuenta de que mis sentimientos, mis emociones y mis intuiciones están compuestos por el mismo Todo que compone a los animales, a las piedras y a los pensamientos. Que no hay diferencia entre piedra y emoción, entre planeta y pensamiento, entre planta y arena. Que el tiempo lo transforma todo y el ciclo se reinicia. Pero que a su vez la piedra es piedra y la emoción es emoción. La paradoja del uno y el dos que son un mismo número y son dos números diferentes. En medio de mucho miedo y mucha euforia creí haber alcanzado —¿O alcancé?— la iluminación.